
HOMENAJE AL CAMPESINO
Son las 2:25 am, antes que suene la alarma, configurada en la legendaria panela, que aunque no tenga wifi, no le falla la señal, (un Campesino Colombiano cree más en la flecha que en Iphone) don Ariosto se levanta como todos los días, alista sus botas, la camisa que le faltan los 3 últimos botones y que marcan la moda de mostrar sus pectorales, no crean que fue Yatra quien impuso la moda, no sr, fueron nuestros campesinos, alista también su pantalón 2 tallas más grande, la correa con el machete, listos para dar machete pero que nunca dan machete salvo sea para abrir camino entre la maleza, toma una ducha de agua fría en 3 minutos, mientras doña Tulia, en bata de franela, con la ruana cruzada en el cuello prende la estufa, mientras sintoniza el radio en la cariñosa, pone a calentar el agua para el tinto en la olleta que el tiempo la ha puesto como un maracuyá, llena de abolladuras, y por supuesto el único espacio brillante que le queda esta por dentro.
Don Ariosto listo para la lucha del día a día, se sienta en su silla habitual, que todos respetan y nadie usa, es el trono de don Ariosto, desajustada, con un par de puntillas que amenazan rasgar sus pantalones, pero que el ya sabe estratégicamente donde se encuentran y las evita a toda costa, cada 3 días con la cacha del machete o con la piedra de partir la panela les da una ajustadita, pero con el usar de los días las necias puntillas vuelven a asomarse; con el tinto mañanero, la conversación con doña Tulia sobre lo que hará durante el día, los codos sobre la mesa de madera y el disfrute del último sorbo, se engalana como el héroe que siempre ha sido pero nadie lo ha reconocido, con la bendición de su esposa y la bendición del altísimo inicia achicando las vacas para llevarlas al potrero de ordeño, y desde las 3:00 am inicia su maratónica labor para poder llevar un sustento a su familia, pero más que eso un campesino Colombiano es el padre de los alimentos de nuestra familia, sin ellos en estas épocas de incertidumbre no hubiéramos podido abastecernos, no hubiéramos tenido la tranquilidad que tuvimos, hoy más que nunca valoramos el esfuerzo desmedido de don Ariosto y su esposa, quien luego de despachar a su esposo al campo, ella se queda cuajando los claros para el queso, alistando el concentrado para los cerdos y las gallinas, recogiendo los huevos, cocinando para 50 obreros recolectores del cultivo de fresas y organizando las innumerables labores matutinas, son millones de Ariostos y Tulias en nuestro país, seres humanos maravillosos que siempre tienen una sonrisa y plato de comida para ofrecer, sin importar si para ellos y su familia alcanza, seres generosos, bondadosos y con espíritu de lucha.
Tomado de HuertaCol.com
John Fredy Garavito